No hace falta ser un lumbreras para ver cómo la gestión de los servicios públicos se ha complejizando mucho estos últimos años. Y no porque los empleados públicos tengamos cada vez menos capacidad o ganas, todo lo contrario, afrontamos estos pequeños desafíos – al menos en mi caso – como una tremenda oportunidad para poner a prueba nuestras destrezas. Pero la tensión generada en nuestro día a día, por ejemplo, por las exigencias derivadas del RGPD o del ENS, las obligaciones recurrentes en materia de transparencia, las cada vez más masivas e incontrolables jubilaciones de nuestros compañeros o la enorme carga de trabajo que supone la gestión de proyectos estrella financiados con Fondos Next UE han hecho que simplemente mantenerse a flote sea una quimera, como para pedirnos ahora que gestionemos rápido, de forma eficaz y orientando nuestras políticas a los ODS.
A ver, un momento.
Que la cosa pública se ha puesto difícil lo sabemos todos, pero que es imposible gestionar lo que antes hacíamos con mucha más gente y con un escenario jurídico bastante más sencillo igual hay que explicarlo mejor.
NOTA: Podéis ver la entrada completa publicada bajo el mismo título en el Blog de esPublico, disponible en el siguiente enlace.
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