3 de noviembre de 2015

El problema de la rendición de cuentas más allá de la transparencia: ¿acaso tenemos lo que nos merecemos?

Las Ciencias Políticas están de moda, qué duda cabe de eso, y los politólogos de formación que además somos funcionarios de carrera de alguna Administración pública (y yo concretamente lo soy de tres - aquí, aquí y aquí) tenemos la obligación de aportar todo ese bagaje formativo para mejorar y poner en valor el funcionamiento de nuestras organizaciones. A mi modo de ver, no se trata tanto, quizá, como a veces se pretende, de que la Ciencia Política dé soluciones concretas a los problemas más comunes que afectan a dichas instituciones, sino más bien que desde la perspectiva que nos da una disciplina tan trasversal y completa seamos capaces de explicar y orientar los problemas hacia el mejor camino para solucionarlos. 



En este sentido, a mi me resulta particularmente difícil de entender por qué después de los innumerables esfuerzos que aparentemente han hecho las Administraciones públicas por abrirse a los ciudadanos, continúan éstos sin exigir a través de los mecanismos que tienen disponibles algo más que información puntual sobre las cuentas de aquéllas o sobre algún asunto particular que les afecta individualmente...y al respecto me surgen algunas dudas:

1.- ¿Acaso la desafección política de la que tanto se habla es más fuerte que la necesidad de exigir una rendición de cuentas acorde con nuestra democracia?, 

2.- ¿Acaso no vivimos en una sociedad lo suficientemente madura como para que se sienta legitimada en dichos procesos de rendición?,

3.- ¿Acaso son tan necesarios los incentivos a la participación para que la sociedad civil se despierte de su letargo?

4.- ¿Acaso tenemos lo que nos merecemos porque no exigimos con suficiente rotundidad aquéllo que queremos?

Pues bien, ahí dejo esas cuestiones para el que quiera responderlas, y simplemente aporto dos breves reflexiones al respecto que puedan arrojar algo de luz sobre esta cuestión. 

En primer lugar, me pregunto si a lo mejor habría que repasar un poco las tesis de R. Inglehart (1) sobre la importancia de la socialización primaria, y empezar a pensar en orientar la educación en las escuelas hacia un cambio de valores en favor de la ética pública y la rendición de cuentas, ya que no son pocos los estudios que acreditan que el reemplazo generacional ha convertido a las sociedades modernas, desde un punto de vista agregado, en sociedades más postmaterialistas con un claro interés en la política y en la participación ciudadana. En otras palabras, digamos que si a la sociedad no le "nace" rendir cuentas a sus gobernantes, podemos literalmente educarlos en los valores y principios que están sobre la base de dichas exigencias en la medida en que este tipo de comportamientos puede ser aprendido y asimilado como cualquier otro (2). 

Y en segundo lugar, debemos superar como sea esa concepción dominante de la rendición de cuentas como una exigencia exclusivamente económico-financiero ya que, en sentido amplio, ésta debe ser entendida, o al menos así lo describe la literatura,  como el requerimiento para que los representantes den cuenta y respondan frente a los representados sobre el uso de sus poderes y responsabilidades, actúen como respuesta a las críticas o requerimientos que les son señalados y acepten la responsabilidad (consecuencias) en caso de errores, incompetencia o engaño, es decir, que actúen con un amplio sentido ético (2). Existen muchos mecanismos asociados a la rendición de cuentas que nos pueden dejar entrever el amplio alcance de la misma (sistemas de información e informes públicos, evaluaciones y mediciones de desempeño, mecanismos participativos y consultivos, autorregulación, certificación y mecanismos de auditoría social) así que no cabe reducir a esta, la menos exclusivamente, a una mera contemplación de las cuentas públicas mostradas.

En resumen, la transparencia por sí sola está muy bien, pero digamos que se queda a medias si no somos capaces de inocular en la sociedad el virus de la rendición de cuentas de tal forma que ésta exija de forma natural, no solo el cumplimiento de los compromisos asumidos por los poderes públicos, son que además reivindique su papel de agente controlador, responsable y garantizador de los principios asociados a la ética pública y la buena gobernanza.


Un saludo y nos vamos leyendo.

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(1) Inglehart, Ronald (1991) "El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas". Madrid: CIS.

(2) Escudero, J.M. (2002) La reforma de la reforma. ¿Qué calidad, para quiénes?. Barcelona: Ariel; Darling–Hammond, L. (2001)El derecho de aprender. Crear buenas escuelas para todos. Barcelona: Ariel.
(3) León C. Y Arroyo-Rivera C (2013) “Ética, rendición de cuentas y transparencia: pilares de la gobernanza local”, GIGAPP, nº 132.

2 comentarios:

  1. El concepto de participación política es utilizado en sentidos y objetivos muy diversos, pero lo cierto es que se puede considerar la formula mas acertada de dar voz a sectores de la sociedad que renuevan las formas de hacer políticas aprovechando las posibilidades que nos ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación. Para concebir al ciudadano no solo desde una perspectiva estática, como sujeto pasivo, sino como interlocutor en la implementación de políticas públicas en todas sus fases, desde la definición hasta su evaluación e interpretación.

    Relevantes instituciones como la OCDE, en su informe de 2001, subrayan la importancia de contemplar mecanismos participativos para involucrar a los ciudadanos en el desarrollo de las políticas publicas con diversos objetivos, entre los cuales cabe destacar el adaptar los esfuerzos de las administraciones públicas a las necesidades y preferencias de los ciudadanos, la mejora de la calidad de los servicios públicos, e incrementar la confianza de los ciudadanos en las Instituciones Públicas.

    Efectivamente la desafección política a la que te refieres puede ser una de las consecuencias de la falta de cultura participativa, que ha llevado a buscar otros espacios de debate y discusión y otras formas de organización en busca de una mayor participación política como, por ejemplo, las redes sociales. Recordemos que algunas fuerzas políticas o movimientos que hoy integran las instituciones tuvieron sus origen en movimientos sociales nacidos en la red.

    Respecto a la falta de madurez de la sociedad, resulta obvio que si se introduce la participación ciudadana en el quehacer de las Administraciones Públicas, estas han de modificar su funcionamiento para adaptarlo a la nueva relación. En función de la intensidad con que se produzcan estos cambios y en su interacción con los ciudadanos, estaremos ante un menor o mayor nivel de democracia participativa como concepto asociado al de buen gobierno. Este cambio de paradigma requiere de una labor de pedagogía por parte de las Instituciones para posibilitar, de una parte modificar la cultura política de cada entidad, especialmente en la Administración Local y, de otra, preparar y facilitar el cambio de rol de los ciudadanos ante la entidad correspondiente.

    Por último ante la reflexión de la necesidad de incentivos a la participación, soy de la opinión que la función participativa de los ciudadanos, no trata simplemente de un concepto teórico sino, ademas requiere de unas prácticas más allá de darle voz a los ciudadanos. En la medida que estas practicas muestren su efectividad, la ciudadanía irá adaptando una actitud más activa en el proceso de formulación, implementación y evaluación de las políticas publicas y la gestión de los servicios públicos.

    Saludos.
    Cristóbal Marco

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  2. Gracias por tu aportación Cristóbal que, como siempre, afina muy bien la puntería sobre los temas que hemos tratado.

    Un saludo.

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